Escrito para “ Naturaleza Interior”
La naturaleza se cansa de oponerse a la nada. Por eso el tiempo aparece en las mitologías como ordenados del caos y su vacío sin limites. Y así, en el discurrir del tiempo todas las imágenes ocupan su estancia, aunque a veces los sitios parecen estar fuera de lugar. Cada segundo nuestros ojos pueden captar una docena de partes de una secuencia. Por eso el mundo se mueve y nos como en los cuadros. Por eso el mundo se mueve y nos como en los cuadros. Y es que los cuadros son eso: pedacitos del total de las cosas y del tiempo.
Una silla permanece quieta, como si la silla real. Y la luz parece querer quedarse, detenerse como un átomo de segundo entre sus contraluces, y elegir ese instante para soñarse a sí misma, convertida en estatua de sal al contemplar el centro del arco iris. No eres tú quien se detiene a mirarla, es esa imagen pintada la que se asombra de verte pasar y moverte a su lado, mientras ella permanece prisionera en su propio prodigio, enamorada sin remisión de su atrevimiento.
En esa cárcel de geometría y color ella está inmóvil aunque no varada, sigue estando aunque no la mires. Está hecha de fibra y yeso, y pintada con extraños artilugios neolíticos llamados pinceles, que se empapan en aceites y tierras de colores.
Parece una pérdida de tiempo, del ese que se ordena sumiso y gozoso en cada imagen mirada .Así se salva el caos de la mediocridad del azar.
Jesús Martínez Labrador
Septiembre 2016